Skoda a menudo es concebida como un fabricante con lógica, que hacen coches prácticos y que lleva su filosofía «Simply Clever» como máxima expresión. Y en la actualidad hay pocas dudas de que sea así. Sin embargo, años atrás mostraban un poco más de riesgo y chispa en sus vehículos. El ejemplo más claro es el Skoda Spider B5, un descapotable de competición que sorprendió en la década de los 70.
El objetivo de la marca era hacer un descapotable biplaza muy ligero que sirviera para circuito y para rallyes de escalada. En el campeonato checoslovaco el límite de cilindrada estaba en 2.000 cc y eso también ponía condicionantes. Así que tomaron un Skoda 110 L y aprovecharon las piezas para crear el Spider B5. Se caracterizaba, en primer lugar, por pequeñas dimensiones con una longitud de 3.650 mm, una anchura de 1.700 mm y una altura de 850 mm.

Tomaba el motor de cuatro cilindros con control de válvulas OHC del prototipo Skoda 720 e inicialmente desarrolló 150 CV. Aunque con el tiempo fueron aumentando la cilindrada de 1.5 litros original hasta los 1.8 litros. Incluso en 1975, la última temporada en la que compitió, montaba un 2.0 litros con el que pudo alcanzar 220 km/h de velocidad máxima. También empezó con una caja de cambios secuencial del Tatra 603 que después fue reemplazada por una de fabricación interna.
En la parte del chasis, se mantenían muchos componentes del 110 original. De hecho, solo tenía frenos de disco en el eje delantero, el sistema de dirección no había sido modificada y la suspensión apenas introducía unos retoques. El Skoda Spider B5 se quedaba en 630 kg y consiguió buenos resultados con Jaroslav Bobek y su hijo Václav Bobek Jr. En 1975 fue sustituido por el Skoda Spider II, que introdujo mejoras sustanciales.