Chevrolet Corvette Airbox: la solución técnica que creó un unicornio

En la mitología del automovilismo siempre han existido unicornios, coches en los que todo el mundo cree pero cuya existencia parece dudosa. En la historia de Chevrolet hay una criatura muy real que representa el momento exacto en el que el Corvette dejó de ser un bonito ejemplar de paseo para convertirse en una máquina para los circuitos. Hablamos del legendario Chevrolet Corvette Airbox de 1957, una rareza técnica que hoy en día es considerada por muchos puristas como el Santo Grial de la marca americana.

Para entender este coche, hay que viajar a casi siete décadas atrás en el tiempo. Zora Arkus-Duntov, el mítico ingeniero y padre del Corvette, tenía la obsesión de ganar carreras. El motor V8 «Small Block» ya era una maravilla, y la inyección de combustible Rochester Ramjet acababa de llegar para cambiar las reglas del juego. Pero Zora se encontró con un enemigo invisible en la pista: el calor. Bajo el capó de fibra de vidrio, el aire se calentaba tanto que el sistema de inyección perdía eficiencia, ahogando al motor justo cuando más aire fresco necesitaba.

La solución fue tan rudimentaria como genial, y es la que da nombre a esta leyenda. Los ingenieros diseñaron un sistema de inducción de aire frío fabricado en fibra de vidrio instalado en el lado del conductor. Canalizaba el aire fresco desde una apertura en el paso de rueda directamente hacia la admisión. A simple vista parecía un extraño pulmón artificial adosado al motor, pero en la práctica funcionaba de maravilla y conseguía su cometido. Sin embargo, el paquete RPO 579E (que era su código interno) no se limitaba a esa caja de aire.

Quien optaba por un Corvette Airbox no compraba un coche para ir al club de campo, sino un ejemplar de carreras disfrazado. El vehículo venía despojado de radio y calefacción, elementos superfluos para un piloto de verdad. A cambio, recibía una suspensión de competición «Heavy Duty», amortiguadores reforzados, una columna de dirección con el tacómetro montado sobre ella (para no apartar la vista de la carretera) y unos frenos de tambor con revestimientos cerámico-metálicos.

La tragedia y la magia de este modelo residen en su producción. Solo se fabricaron 43 unidades. La razón de esta cifra tan baja no fue la falta de interés, sino la política. Poco después de su lanzamiento, la Asociación de Fabricantes de Automóviles (AMA) prohibió el apoyo oficial de las marcas a las carreras, obligando a Chevrolet a retirar el soporte explícito a la competición. El proyecto «Airbox» murió joven, convirtiendo a esos 43 coches en cápsulas del tiempo de una era donde la ingeniería se hacía con pasión y soluciones artesanales.

Hoy en día, ver un Chevrolet Corvette Airbox auténtico es una experiencia casi religiosa. No es el Corvette más rápido de la historia, ni el más potente, pero representa la pureza absoluta. El abuelo legítimo de los actuales Z06 y ZR1, está valorado muy positivamente en la actualidad. Cuando sale alguna unidad a subasta lo habitual es que los precios ronden el medio millón de dólares, llegando a superarlo los mejor conservados...