
La historia de Mazda
En la vasta y competitiva industria del automóvil, existen fabricantes que dominan por volumen de ventas y otros que perduran por carácter. Mazda pertenece, sin duda, al segundo grupo. Su historia no es convencional, es el relato de una empresa que renació literalmente de las cenizas nucleares para convertirse en el bastión de la ingeniería alternativa.
Mazda es una marca que se atrevió a desafiar las normas establecidas con una obstinación casi filosófica, priorizando la conexión con el conductor por encima de las frías cifras de prestaciones. Para comprender por qué Mazda fabrica los coches que fabrica hoy, es necesario viajar a 1920 y entender el espíritu de una ciudad: Hiroshima. Acompáñanos por este repaso a su rica historia.
Orígenes en la manufactura del corcho (1920-1931)
Los orígenes de la compañía distan mucho del asfalto. Fundada en 1920 por Jujiro Matsuda, la empresa nació bajo el nombre de Toyo Cork Kogyo Co. y su actividad principal era la transformación del corcho artificial. Sin embargo, la visión industrial de Matsuda pronto le llevó a pivotar hacia la maquinaria pesada y la ingeniería de precisión.

El primer vehículo no llegaría hasta 1931. Se trataba del Mazda-Go, un motocarro de tres ruedas que combinaba la capacidad de carga de un camión con la agilidad de una motocicleta. El nombre elegido no fue casual: «Mazda» servía tanto como una anglicización del apellido del fundador, Matsuda, como un homenaje a Ahura Mazda, la divinidad de la armonía, la inteligencia y la sabiduría.
Catástrofe nuclear (1945-1960)
Sin embargo, la historia de la marca quedaría marcada para siempre el 6 de agosto de 1945. La bomba atómica devastó Hiroshima, pero la planta de Mazda, protegida orográficamente por el monte Hijiyama, sufrió daños estructurales menores comparados con el resto de la urbe. Ese mismo día, las instalaciones dejaron de producir para convertirse en hospital de emergencia, ayuntamiento y centro logístico para la reconstrucción.
Este episodio forjó lo que internamente llaman el «Espíritu de Mukainada»: una resiliencia inquebrantable ante la adversidad que se convertiría en parte del ADN corporativo. Tardaron tiempo en recuperarse por completo, pero consiguieron salir reforzados gracias a su filosofía.
Apuesta por el motor rotativo y expansión (1960-1989)

A principios de los años 60, el gobierno japonés instó a las pequeñas marcas a fusionarse con los grandes gigantes para competir internacionalmente. Mazda, decidida a mantener su independencia, necesitaba una tecnología única que la diferenciara. Tsuneji Matsuda, hijo del fundador, encontró la respuesta en Alemania, firmando un acuerdo con NSU para desarrollar el motor rotativo Wankel.
Mientras la mayoría de fabricantes abandonaron el proyecto rotativo debido a su complejidad técnica, Mazda creó un equipo de ingenieros de élite, conocidos como los «47 Ronin». Ellos lograron lo imposible: hacer viable el motor. El fruto de este esfuerzo fue el Cosmo Sport 110S de 1967, un vehículo futurista que demostró al mundo que existía una alternativa suave y potente al motor de pistones convencional.
Crisis del petróleo y golpe de efecto (1973-1990)

La crisis del petróleo de 1973 golpeó duramente a Mazda, cuyos motores rotativos eran prestacionales pero sedientos. La compañía se vio obligada a diversificar y, para garantizar su supervivencia financiera, Ford adquirió una participación del 25 % en 1979. Bajo esta nueva estabilidad, Mazda lanzó en 1978 el RX-7, el deportivo que cimentó la leyenda rotativa en Estados Unidos.
Pero el gran golpe de efecto llegaría en 1989. En un momento en que la industria daba por muertos a los descapotables británicos clásicos, Mazda presentó el MX-5 (Miata). Un roadster ligero, fiable, de tracción trasera y precio asequible. El MX-5 no solo salvó el segmento, sino que se convirtió en el descapotable más vendido de la historia, encarnando la filosofía Jinba Ittai (la unión entre jinete y caballo).
Reinvención e ingeniería moderna (1990-Actualidad)

Con la entrada del nuevo milenio, y tras separarse progresivamente de Ford durante la crisis financiera de 2008, Mazda tuvo que reinventarse de nuevo. Sin los recursos de los grandes grupos automovilísticos, apostó por la eficiencia térmica y la ligereza. Así nacieron la Tecnología Skyactiv y el lenguaje de diseño KODO («Alma del movimiento»).
Mientras la competencia se lanzaba al downsizing (motores pequeños con grandes turbos), Mazda perfeccionó el motor atmosférico de alta cilindrada y compresión, demostrando que la ingeniería de combustión interna aún tenía recorrido. Modelos como el Mazda 3 o el CX-5 son hijos de esta filosofía técnica que busca la eficiencia en el mundo real, no solo en los bancos de pruebas.
La historia del logo de Mazda

La representación gráfica de Mazda ha sufrido transformaciones radicales a lo largo del siglo, reflejando las turbulencias y renacimientos de la empresa. Desde la triple «M» de 1936, que simbolizaba el flujo del río de Hiroshima, pasando por el diseño puramente tipográfico de los años 70 y 80. En los 90, la marca experimentó con el efímero «Cylone» (un rombo dentro de un círculo) y la llamada «Llama Eterna», antes de establecer en 1997 el logotipo actual.
Conocido coloquialmente como «las alas», el emblema actual muestra una «V» estilizada dentro de un círculo, representando unas alas extendidas preparadas para volar hacia el futuro, simbolizando la creatividad y la vitalidad de la marca.
El legado en competición

La relación de Mazda con las carreras no es una simple herramienta de marketing, sino un banco de pruebas fundamental para su ingeniería. Si hay una fecha grabada en oro en la sede de Hiroshima es 1991. Tras años de desarrollo, el Mazda 787B, propulsado por un motor rotativo de cuatro rotores y con una decoración naranja y verde hoy icónica, cruzó la meta en primera posición en las 24 Horas de Le Mans. Fue la primera victoria de un fabricante japonés en la prueba francesa y, hasta la fecha, la única victoria absoluta de un motor sin pistones. La fiabilidad del motor rotativo R26B fue tal que, tras la carrera, los ingenieros descubrieron que el motor estaba en condiciones de correr otras 24 horas.
Pero el éxito de Mazda va mucho más allá de La Sarthe. En Estados Unidos, la marca ha dominado históricamente el campeonato IMSA. Durante las décadas de los 80 y 90, el RX-7 fue imbatible en la categoría GTU, acumulando más de 100 victorias en su clase, un récord que cimentó la reputación deportiva de la marca en Norteamérica. Tampoco hay que olvidar su paso por el Campeonato Mundial de Rallies (WRC). Aunque menos conocido, el Mazda 323 GT-R y sus variantes 4WD demostraron a finales de los 80 que la marca también podía ser competitiva fuera del asfalto, logrando victorias importantes en terrenos difíciles como el Rally de Suecia.
El futuro: aspiración premium

Hoy, Mazda se encuentra en pleno proceso de transición hacia un posicionamiento superior. La marca ha decidido dejar atrás la lucha generalista para competir con las firmas premium tradicionales. Esta estrategia se materializa en su nueva plataforma «Large», que recupera la disposición de motor longitudinal y tracción trasera, junto con el desarrollo de nuevos motores de seis cilindros en línea, una configuración técnica asociada históricamente al lujo y la suavidad de marcha.
El futuro de Mazda pasa por una «multi-solución» que incluye electrificación pura, híbridos enchufables y el retorno simbólico del motor rotativo, esta vez no como propulsor principal, sino como generador de autonomía en modelos como el MX-30 R-EV. Fiel a su historia, Mazda sigue buscando su propio camino, demostrando que incluso en la era eléctrica, el carácter de Hiroshima sigue intacto.
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