La historia de BMW

Las siglas BMW (Bayerische Motoren Werke o Fábricas Bávaras de Motores, traducido al español) son, globalmente, un sinónimo de deportividad, innovación y lujo. Es uno de los grandes fabricantes por historia y por recorrido, llegando a la actualidad en una posición bastante destacada. Sin embargo, su trayectoria es mucho más turbulenta e interesante que la de cualquier otro fabricante de automóviles.

BMW no nació fabricando coches, sino motores para la aviación, una herencia que aún permanece sutilmente en su icónico logotipo. Desde la reconstrucción tras la guerra hasta la creación de la legendaria familia M, desgranamos la crónica completa de esta marca bávara, una historia marcada por la ingeniería, la competición y el resurgimiento constante.

Los orígenes: aviación, no automóviles (1916 – 1928)

La historia de BMW es una fusión de varias empresas de ingeniería bávaras. Sus raíces se remontan a 1916 con la creación de la Bayerische Flugzeugwerke (BFW), que más tarde se fusionaría con la Rapp Motorenwerke. La marca, tal como la conocemos, se fundó formalmente en 1917 y se dedicó enteramente a la fabricación de motores de avión.

Tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles (1919) prohibió a Alemania fabricar aeronaves y sus motores. BMW se vio obligada a girar radicalmente su negocio. Para sobrevivir, la compañía se centró primero en motocicletas, lanzando en 1923 la BMW R32. Este modelo fue crucial, pues introdujo el famoso diseño de motor bóxer con transmisión por eje cardán, una arquitectura que sigue siendo un sello de la casa.

BMW entró en el negocio de los automóviles en 1928 al adquirir la fábrica de coches de Eisenach y su licencia para construir el Dixi 3/15, una versión local del popular Austin Seven británico. Este vehículo, simple y accesible, fue el primer coche de producción en serie con la insignia BMW.

Destrucción y supervivencia (1930 – 1959)

Durante la década de 1930, BMW comenzó a fabricar coches propios, elegantes y deportivos que demostraron su capacidad técnica. El BMW 328 (1936) es el máximo exponente de esta era. Este modelo se convirtió en un icono de las carreras, logrando victorias destacadas como la de las Mille Miglia de 1940, estableciendo a BMW como una marca de altas prestaciones antes del conflicto.

El final de la Segunda Guerra Mundial supuso un desastre total. Las fábricas fueron bombardeadas y la planta de Eisenach, donde se fabricaban los coches, quedó en la zona comunista, perdiendo BMW el control de su producción automovilística. La empresa tuvo que empezar de cero en Múnich.

En la década de 1950, intentaron regresar al lujo con los bellísimos V8 como el BMW 503 y el icónico BMW 507 (diseñado por Albrecht von Goertz, muy popular entre las estrellas de Hollywood), pero eran demasiado caros y la empresa estuvo al borde de la quiebra. La salvación económica llegó, irónicamente, con el microcoche Isetta (1955), un «coche burbuja» producido bajo licencia que ofreció movilidad básica y rescató a la empresa.

La recuperación económica (1960 – 1975)

La gran resurrección se conoce como la era «Neue Klasse» (Nueva Clase). Esta serie de modelos fue impulsada por la inyección de capital de la familia Quandt, que se convirtió en el principal accionista. Estos sedanes compactos y deportivos, como el BMW 1500 y el icónico BMW 2002 (especialmente en su versión Turbo de 1973), ofrecieron una combinación inédita de rendimiento, tamaño y calidad. Definieron el concepto moderno del sedán deportivo y acuñaron el famoso eslogan «El placer de conducir», sentando las bases de la estructura de las series que la marca utiliza hasta hoy.

Consolidación y la familia M (1975 – 2000)

Esta época es la de la estandarización y la expansión global. En 1972, se lanzó la primera generación del BMW Serie 5 (E12), creando el segmento de la berlina ejecutiva deportiva. Poco después, en 1975, nació el BMW Serie 3 (E21), el superventas que se convertiría en la referencia mundial del sedán compacto premium.

La división de alto rendimiento, BMW Motorsport (M), se consolidó en este periodo. El BMW M1 (1978) fue el primer superdeportivo de la marca. No obstante, el verdadero icono de la deportividad llegó con el BMW M3 E30 (1986), un coche de carreras homologado para la calle que definiría las altas prestaciones y el éxito de BMW en el automovilismo de turismos. Este periodo también vio el lanzamiento del primer BMW Serie 7 (E23) en 1977, posicionando a la marca en la élite del lujo tecnológico.

Siglo XXI: Diversificación y electromovilidad

El nuevo milenio trajo consigo una diversificación agresiva para garantizar el crecimiento. BMW fue pionera en el segmento SUV deportivo de lujo con el lanzamiento del BMW X5 (1999), un modelo que estableció las bases para toda su exitosa gama «X» actual. Poco después le seguiría el BMW X3 (2003), que se convertiría en un auténtico superventas a nivel mundial.

En esta época, la marca demostró audacia tecnológica. Tras adquirir Rolls-Royce en 1998, apostó por la movilidad sostenible con los vehículos diseñados desde cero de la Serie i, destacando el innovador compacto eléctrico BMW i3 (2013) y el deportivo híbrido i8. Esta estrategia demostró que la deportividad podía ser compatible con la sostenibilidad, preparando a la marca para la transición energética.

La historia del logotipo: la hélice y el cielo bávaro

El icónico emblema circular de BMW, el «Roundel», ha generado uno de los mitos corporativos más duraderos. Se compone de cuatro cuadrantes con los colores azul y blanco. La creencia popular sostiene que el logotipo representa una hélice de avión girando sobre un cielo azul, un homenaje directo a sus orígenes aeronáuticos.

Sin embargo, la realidad oficial es que los colores azul y blanco representan simplemente la bandera de Baviera, la región donde se fundó la empresa. El círculo negro proviene del logotipo de la antigua empresa Rapp Motorenwerke. Pese a la explicación oficial, la propia estrategia de marketing de BMW en los años 20 se encargó de utilizar la analogía de la hélice, reforzando la leyenda que pervive hasta hoy.

BMW en competición: Un legado imbatible

La competición es un pilar fundamental en la identidad de BMW, siendo el banco de pruebas perfecto para su ingeniería:

• Turismos (DTM): BMW ha dominado históricamente los campeonatos de turismos, sobre todo con el M3 E30, que es considerado el vehículo de competición más exitoso de la historia en su clase.
• Fórmula 1: La marca ha tenido múltiples andaduras. En los 80, suministró el motor turbo que llevó a Nelson Piquet al título de 1983. Más recientemente, compitió como equipo propio (BMW Sauber) y como proveedor de motores, logrando victorias clave.
• Resistencia: La victoria en las 24 Horas de Le Mans de 1999 con el BMW V12 LMR es uno de sus mayores hitos en carreras de resistencia.

El futuro: la plataforma «Neue Klasse» eléctrica

El futuro de BMW se está construyendo sobre una nueva y ambiciosa plataforma que, curiosamente, repite el nombre de su salvación en los años 60: «Neue Klasse» (Nueva Clase). Esta vez, no serán sedanes compactos de gasolina, pues la plataforma modular dedicada enteramente a los vehículos eléctricos. Modelos como el BMW iX3 que debutará en el mercado dentro de poco.

Esta arquitectura está diseñada para integrar una nueva generación de baterías de alta densidad y la tecnología digital más avanzada. BMW busca mantener la promesa de su eslogan «el placer de conducir» incluso en la era eléctrica, asegurando que sus futuros modelos «i» sean líderes en eficiencia, deportividad y tecnología.