La historia de SEAT

Hubo un tiempo en que cruzarse con un coche por las carreteras españolas era un acontecimiento reservado a unos pocos. Hoy, SEAT es un pilar fundamental del Grupo Volkswagen, pero su viaje comenzó con un objetivo mucho más patriótico y funcional: motorizar a la nación. A lo largo de más de siete décadas, la compañía ha superado crisis políticas, rupturas tecnológicas y revoluciones de mercado, creando iconos que viven en la memoria colectiva de varias generaciones.

Los años 50: nacimiento de una industria

El 9 de mayo de 1950 se firmó el acta fundacional de SEAT. Impulsada por el Instituto Nacional de Industria (INI) y con el respaldo de la banca española, el proyecto necesitaba un socio tecnológico que aportase el «know-how». La elegida fue la italiana FIAT, que a cambio del 7 % de las acciones, cedió sus licencias para fabricar vehículos en suelo español.

La producción arrancó en la Zona Franca de Barcelona en 1953. Contrario a lo que se suele pensar, el primer coche no fue utilitario, sino el SEAT 1400. Era una berlina elegante, grande y costosa, destinada principalmente a la administración pública y a las clases más acomodadas. No era el coche del pueblo, pero sirvió para engrasar la maquinaria y formar a una plantilla que pronto tendría que afrontar un desafío mucho mayor.

El milagro del 600 y el desarrollismo

Si hay un año que cambió la sociología de España fue 1957. El 27 de junio salió de la cadena de montaje el primer SEAT 600. Pequeño, con motor trasero y un precio que, aunque elevado, era alcanzable mediante plazos, el «Seiscientos» trajo consigo la libertad de movimiento. Gracias a él, las familias de clase media descubrieron las vacaciones en la costa y el turismo interior.

Durante los años 60 y 70, la marca creció al ritmo vertiginoso de la economía española. Llegaron modelos como el SEAT 850, el robusto SEAT 124 (la berlina por excelencia de la clase media) y el SEAT 127, que en 1972 introdujo la tracción delantera y se convirtió en un éxito de ventas absoluto, modernizando el parque móvil nacional. En 1974, la marca celebraba la producción de su unidad «un millón». SEAT era, indiscutiblemente, la reina del asfalto español.

Los convulsos 80: divorcio con Fiat y soledad

La transición a la democracia trajo consigo la apertura de fronteras y una dura realidad económica. A principios de los 80, Fiat, inmersa en su propia crisis interna, se negó a participar en la necesaria ampliación de capital de SEAT. Las tensiones escalaron hasta que, en 1982, se rompió el acuerdo de colaboración.

SEAT se quedó sola, con una gama de modelos envejecida y, lo que era peor, con la prohibición legal de seguir fabricando los diseños de Fiat tal cual eran. De esta crisis surgió una de las anécdotas más famosas de la industria: el Tribunal de Arbitraje de París. Fiat demandó a SEAT alegando que el nuevo modelo español, el Ronda, era un plagio del Fiat Ritmo.

Para defenderse, el entonces presidente de SEAT, Juan Miguel Antoñanzas, presentó ante los jueces un Ronda pintado de negro, con todas las piezas nuevas desarrolladas por ingenieros españoles pintadas en amarillo chillón. La diferencia visual fue tan evidente que SEAT ganó el juicio, demostrando su capacidad para volar sola.

En ese periodo de incertidumbre nació la leyenda: el SEAT Ibiza (1984). Fue el primer coche desarrollado íntegramente como marca independiente, aunque con ayuda de lujo: diseño de Giugiaro, carrocería de Karmann y motores desarrollados por Porsche (el famoso «System Porsche»). El éxito del Ibiza salvó a la empresa de la quiebra técnica.

La era Volkswagen y el salto a la modernidad

El Gobierno español buscaba urgentemente un socio industrial potente para privatizar la compañía, y lo encontró en Alemania. En 1986, el Grupo Volkswagen adquirió el 51 % de las acciones, tomando el control total en 1990. La entrada de los alemanes trajo rigor, calidad y una inversión masiva. El primer fruto de esta unión fue el SEAT Toledo en 1991, un coche que elevó los estándares de calidad de la marca justo a tiempo para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.

Un año después, en 1993, el Rey Juan Carlos I inauguraba la fábrica de Martorell, una de las plantas más modernas y eficientes de Europa, capaz de producir más de 2.000 coches al día. A finales de siglo, en 1999, llegaría el SEAT León, que compartía plataforma con el Golf y que posicionó definitivamente a la marca en el terreno de la deportividad y el público joven.

Del «Auto Emoción» a la ofensiva SUV

El nuevo milenio trajo consigo la llegada del diseñador Walter de Silva y el eslogan «Auto Emoción». SEAT se integró en el «Grupo de Marcas Audi», buscando un perfil más pasional y latino. De esta época destacan las líneas curvas y dinámicas del León de segunda generación o el Altea.

Sin embargo, la gran explosión comercial llegó más tarde, bajo la dirección de Luca de Meo, con la tardía pero exitosa entrada en el segmento de moda. En 2016 se lanzó el Ateca, seguido del Arona y el Tarraco. Esta ofensiva SUV permitió a la marca alcanzar sus récords históricos de ventas y beneficios justo antes de la pandemia, consolidando su presencia en mercados internacionales.

SEAT en competición

La historia de SEAT es inseparable de las carreras. Aunque sus pinitos comenzaron en los 70 con los míticos 124 Especial en Montecarlo, la gloria mundial llegó en los 90 gracias a SEAT Sport. La marca logró una gesta inigualable en el Mundial de Rallies (WRC): el Ibiza Kit Car se proclamó Campeón del Mundo de 2.0 litros tres años consecutivos (1996, 1997 y 1998), superando a gigantes con mucho más presupuesto.

Años más tarde, trasladaron ese dominio a los circuitos en el Mundial de Turismos (WTCC), donde el SEAT León TDI hizo historia en 2008 y 2009 al ser el primer coche con motor diésel en ganar un campeonato del mundo FIA.

Historia del logo

El emblema de la marca ha sufrido una transformación radical que refleja su propia historia. En los años 50, el logo era un escudo alado sobre fondo rojo, muy similar al de Fiat, denotando su origen. En los 60 evolucionó hacia un círculo rojo con laureles, símbolo de victoria. La gran ruptura llegó en los 80, tras el divorcio con los italianos.

Fue entonces cuando nació la «S» azul con surcos, inspirada en la huella de un neumático, un diseño necesario para diferenciarse legal y visualmente de su antiguo socio. En los 90 se eliminaron las estrías azules y la «S» pasó a ser roja y tridimensional, cortada diagonalmente. Hoy en día, el logo se ha simplificado a un diseño plano, negro o cromado, buscando transmitir digitalización y elegancia atemporal.

El futuro: convivencia con CUPRA

A día de hoy, el futuro de SEAT se ha redefinido dentro del Grupo Volkswagen. Con el nacimiento de CUPRA en 2018 como marca independiente, aspiracional y de mayor margen de beneficio, surgieron dudas sobre la continuidad de la matriz. Sin embargo, la estrategia actual otorga a SEAT un rol vital: ser la puerta de entrada al grupo, ofreciendo vehículos de combustión e híbridos accesibles y de alta calidad (Ibiza, Arona, León) mientras la electrificación total sigue siendo costosa para el gran público.

Además, la marca está pivotando hacia nuevas soluciones de movilidad urbana a través de la división SEAT MÓ, liderando el sector de las motos eléctricas y cuadriciclos para las ciudades del mañana. SEAT ya no es solo aquella fábrica de la Zona Franca; es el corazón industrial que permite que España siga siendo el segundo mayor fabricante de coches de Europa.