
Tras probar el Lancia Ypsilon buscamos motivos para su bajo rendimiento en ventas
Cuando Stellantis anunció el regreso de Lancia, muchos entusiastas del motor sintieron un cosquilleo de esperanza. El renacer de una marca con tanta historia, artífice de iconos como el Delta Integrale o el Stratos, parecía la oportunidad perfecta para reconciliar el pasado glorioso con un futuro eléctrico y elegante. Sin embargo, meses después del lanzamiento del nuevo Lancia Ypsilon, el entusiasmo inicial se ha diluido. ¿Por qué el esperado regreso de Lancia no termina de despegar?
Lancia no es una marca cualquiera. Su nombre evoca innovación, diseño italiano y una herencia deportiva envidiable. Pero precisamente ese legado puede ser su mayor obstáculo. Tras más de una década relegada al olvido (con un Ypsilon de vieja generación sobreviviendo solo en Italia), la firma ha vuelto con un modelo que busca ser la puerta de entrada a una nueva era.
El problema es que el nuevo Ypsilon parece más un coche de transición que un símbolo de renacimiento. Su diseño es elegante, sí, y su interior sorprende por calidad y tecnología. Pero no transmite la pasión o el carácter que se espera de una marca tan emocional como Lancia.
El Ypsilon que probamos recientemente es un utilitario eléctrico basado en la misma plataforma del Peugeot e-208 o el Opel Corsa-e, lo cual es lógico dentro de la estrategia del grupo Stellantis. Sin embargo, en la práctica eso lo deja en una posición complicada. Su precio se acerca peligrosamente al de compactos mejor valorados, mientras que su planteamiento urbano lo limita frente a rivales más asequibles y con mayor reconocimiento en la electrificación.
En otras palabras, no destaca en ningún aspecto concreto: no es el más potente, ni el más barato, ni el más exclusivo. En un mercado saturado y en plena transformación, la falta de una propuesta clara pasa factura. En lo que va de año han vendido 449 unidades del Ypsilon, con otros coches de su misma plataforma superando las 10.000 unidades.
Desde su presentación, Lancia ha insistido en que el Ypsilon es solo el primer paso de un plan más ambicioso que incluye al nuevo Delta y un buque insignia eléctrico. No obstante, mientras esas promesas se materializan, el Ypsilon carga con el peso de reabrir mercados, redefinir la identidad de la marca y convencer a los concesionarios. Y lo hace sin el respaldo emocional ni mediático que sí tuvieron otras resurrecciones (como Alpine o Abarth), que supieron apelar al corazón del aficionado antes de pensar en las ventas.

El gran reto de Lancia no es solo tecnológico, sino cultural. ¿Qué significa ser Lancia en 2025? Si la respuesta se limita a un utilitario urbano eléctrico, por bien hecho que esté, la marca corre el riesgo de diluirse entre tantas propuestas del grupo Stellantis. Lancia necesita recuperar su alma: un lenguaje de diseño con personalidad, versiones deportivas que emocionen y un relato coherente que la conecte con su legado sin caer en la nostalgia vacía.
El Ypsilon es un buen coche, pero no el coche que podía reencender la llama de Lancia. Su acogida tibia no significa fracaso, sino una señal de que el mercado espera algo más. Quizá el verdadero renacimiento llegue con el nuevo Delta eléctrico, un modelo que podría devolverle a la marca el ADN competitivo que la hizo legendaria. Por ahora, el Ypsilon cumple una función: recordar al mundo que Lancia sigue viva. Pero para volver a ser deseada, deberá volver a ser valiente.
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