
¿Cuándo se es demasiado mayor para seguir conduciendo?
Hay un tema candente que nadie se atreve a regular. La cuestión sobre cuándo se es demasiado mayor para seguir conduciendo es bastante compleja, ya que cada persona es un mundo. Mientras que algunos mantienen unas buenas capacidades pasados los 70, en otros el deterioro es mayor y se complican algunos procesos. Cuando el coche empieza a acumular misteriosos roces o la tarea de sacar el vehículo del garaje cada vez es más ardua, saltan las alarmas. Un estudio reciente habla de esa dualidad entre el derecho y la responsabilidad de conducir entrada la tercera edad.
En España, a partir de los 65 años el carnet (tipo B) se renueva cada cinco años. Depende del estado de salud y de lo que dicte el examen psicotécnico obligatorio, que es el que se encarga de dictar si la persona es apta para seguir conduciendo. En los últimos tiempos se ha hablado sobre reducir la validez (a periodos de dos años) para mayores de 70, pero la realidad es que no hay límites en este apartado. Ahora la Harvard Health Publishing junto al National Safety Council estadounidense dan algunos datos muy interesantes sobre la materia.

Los primeros datos dicen que tasa de accidentes mortales por kilómetro recorrido se dispara a partir de los 80 años, alcanzando niveles peligrosamente similares a los del grupo de mayor riesgo: los jóvenes novatos. La diferencia es que el joven peca por imprudencia o inexperiencia, mientras que el conductor mayor a menudo sobreestima unas capacidades que ya no tiene. El peligro no es solo para ellos, sino para peatones, ciclistas y otros conductores.
El deterioro no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento que a menudo pasamos por alto hasta que hay un susto. Si detectas estas señales, es hora de tener esa conversación difícil:
- La carrocería habla: Aparición de abolladuras, rasguños o golpes inexplicables en el coche.
- Confusiones en ruta: Perderse en trayectos familiares o tener problemas para seguir instrucciones simples.
- Ritmo errático: Conducir excesivamente despacio (creando situaciones de peligro) o confundir los pedales en situaciones de estrés.
- Reacciones del entorno: Si otros conductores le pitan constantemente o si amigos y familiares ponen excusas para no subirse al coche con él o ella.
A veces no es solo la edad, sino lo que la acompaña. La artritis limita el giro de cuello necesario para mirar los ángulos muertos; las cataratas convierten la conducción nocturna en una pesadilla de deslumbramientos; y ciertos medicamentos (sedantes o antidepresivos) aumentan el tiempo de reacción. Lo positivo es que factores como la visión pueden corregirse con cirugía, o autolimitarse conduciendo solo de día.

Esto también nos deja con otra cuestión. El verdadero problema no es mecánico, es emocional. Para una persona mayor, el coche es sinónimo de libertad. Renunciar a él se siente como una derrota, una pérdida de dignidad y el preludio de la dependencia total. Por eso la negación y la actitud defensiva son las reacciones más comunes.
Si te encuentras en esta situación, ya sea cuestionando tus propias habilidades o las de un ser querido, recuerda: la seguridad es innegociable. Buscar alternativas de transporte o limitar la conducción a entornos conocidos son pasos intermedios válidos, pero ignorar las señales nunca es una opción. Mejor una conversación incómoda hoy que una tragedia irreversible mañana.
Fuente: Harvard Health
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